domingo, 14 de agosto de 2011

De la Montaña de la Luna a la Cueva del Dragón.


A las 7:30 horas, acudo a mi cita con Wendy con absoluta puntualidad. 
Lo primero que hacemos es acercarnos al lugar de alquiler de motos para contratarlas. He de decir que jamás he conducido una moto. Antes de aventurarme a salir, advierto a Wendy sobre mi falta de experiencia en el motociclismo y me invita a probar mi destreza en el dominio de las dos ruedas. Tras varios intentos fallidos, me veo obligado a abortar la misión. La inseguridad que siento a lomos de esa máquina infernal unida a mi falta de equilibrio me hacen desistir en mi intento.

La alternativa a la motocicleta no es mejor. Wendy me advierte de lo empinado que, en determinados tramos, es el recorrido por lo que descartamos el uso de bicicletas.
Wendy es una mujer de recursos y propone contratar un rickshaw. Una idea que me parece genial por su comodidad y porque el coste es similar al del alquiler de las motos.

Hacemos un recorrido por las zonas rurales huyendo de las rutas turísticas y de la masificación.




Campos de arroz, cultivos de cacahuete, sésamo, pomelos y un recorrido por lo más auténtico de la vida del lugar y de sus gentes que, me permite fotografiar personajes, situaciones y paisajes de lo más pintorescos.

Una naturaleza caprichosa dejó en aquel lugar lo mejor de si misma.


El recorrido nos permite ver la Montaña de la Luna. Esta montaña presenta un gran orificio que, dependiendo del ángulo desde el que se la mire, presenta las diferentes fases lunares.


Posteriormente visitamos la Cueva del Dragón. Dentro de la montaña se hayan unas enormes cuevas que la naturaleza a decorado con formas caprichosas. En un recorrido a pie y en barca se pueden apreciar distintos espacios poblados de estalactitas y estalagmitas que han sido iluminados con vistosas luces de colores. La visita pudiera ser interesante si no fuera por lo preparado que está para el turista.

A nuestra salida de las cuevas, tengo que presenciar un brutal accidente de tráfico en el que se ven implicados una bicicleta, una motocicleta y una furgoneta. Una de las ocupantes de la motocicleta sufrió un fuerte golpe en la cabeza. La histeria y el caos reinaron en mitad de aquella carretera en un momento en el que, aunque quise, de poca ayuda pude servir yo. 
En este momento me lamenté por la pobre mujer que quedaba tendida en el suelo mientras la atendían, pero me alegré por no haber llegado a coger la moto para realizar la excursión.


Después de despedir a Wendy encuentro un mercado local en el que la venta de carne, pescado y frutas o verduras se presenta de un modo que los occidentales jamás nos acostumbraremos a ver. En un puesto de patos y ocas, los animales muertos son expuestos en un sucio mostrador. Tras el mostrador, jaulas amontonadas mantienen cautivos a los animales que allí mismo son sacrificados para su venta. El más llamativo de los puestos vende carne de perro. Una imagen terrorífica aun me asalta. Un perro con mirada lánguida contempla desde la jaula a su dueño, mientras este calienta con un soplete a uno de sus compañeros cautivos para quitarle el pelo y descuartizarlo después. 
Ver un mercado de estos hace plantearse muchas cosas por lo que, para aquellos de escrupulosos o de estómago delicado, es recomendable dejar este tipo de visitas para el final del viaje.

Regreso al bullicio y, tras comer, decido descansar unas horas en el hotel disfrutando de unos yuanes de aire acondicionado. En lo que llevo de viaje aun no me había permitido un momento de descanso pero, hoy creo que lo merecía.

18:00 horas - Regreso a la acción. 


El atardecer regala con su luz unas escenas espectaculares ofreciendo un paisaje cambiante. Conforme el sol va bajando, sus rayos acarician las montañas con una sensibilidad especial. Tonos rojizos bañan el rostro de montes y río.

En mi efervescencia fotográfica, me asalta un barquero que, por solo 100 yuantes (unos 11 euros) me ofrece un paseo en barca. El momento y la iluminación eran propicios para ser inmortalizados. 
Un recorrido de 40 minutos que me permitió fotografiar imágenes espectaculares e, incluso, fotografiar los preparativos del espectáculo que pude ver la noche anterior. Actores y decorados se ultimaban para la representación de hoy.

Al finalizar el recorrido, ya anocheciendo, el barquero me ofrece aquello que tanto había estado deseando desde mi llegada a Yangshuo; ver a los tradicionales pescadores en acción.


Pocos segundos le hicieron falta para convencerme. Pronto volvió a poner la barca en marcha y, ya en la oscuridad de la noche y en mitad del río, pronto interceptamos otra barca ocupada por media docena de turistas. La barca iba encabezada por el pescador con el que me había fotografiado en el pueblo el día de ayer.


Cinco enormes cormoranes le acompañan en sus labores de pesca. La exhibición es espectacular. Los enormes pájaros, siguiendo las órdenes de su amo, se sumergen en las aguas del río buceando y cazando con gran habilidad.
El pescador recoge al ave y con sus manos, extrae de la garganta del pájaro el pez capturado.

Una enorme y redonda luna llena ilumina la noche.

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